«A veces necesito a alguien que me pregunte sobre cómo me fue en el día.
No sé cuál es el tope máximo de cariño que una persona puede llegar a tenerle a otra. Sí sé, por ejemplo, que cuando eres una persona con muchos libros y conoces a alguien que quiere empezar a leer —pero que no los tiene— siempre estarás allí para socorrerlo. Pero cuando esa persona comienza a comprarlos, porque quedó encantada con el mundo que tú le presentaste, hay una gran posibilidad de que ésta no quiera prestártelos luego.
Al menos me sucedió a mí. Y ese es un problema. El cariño que yo siento por otras personas es mucho más grande del que ellas sienten por mí».
—Te regalo un libro. Parte II.